martes, 24 de octubre de 2017

Ranferi Hernández Acevedo

  Ranferi Hernández Acevedo

Luis Hernández Navarro

En Guerrero, como en el resto del país, la muerte tiene permiso. Poco antes de la medianoche del pasado 14 de octubre, cuatro personas fueron asesinadas cerca de la comunidad de Nejapa, en la carretera Chilapa-Ahuacuotcingo. El vehículo en el que se trasladaban fue encontrado en llamas, a 500 metros de un retén militar.

Una de las víctimas era uno de los más importantes y reconocidos dirigentes sociales guerrerenses: Bernardo Ranferi Hernández Acevedo. Las otros tres eran su esposa Lucía Hernández; su suegra, Juana Dircio, de 94 años, y Antonio Pineda, su chofer y apadrinado de bodas.

Ranferi nació el 28 de mayo de 1953 en el poblado de Ahuacuotzingo, en la Montaña baja de Guerrero. Fue el segundo hijo de una familia de siete hermanos. Su papá le enseñó a sembrar maíz, frijol, calabaza, chile y cacahuate; a barbechar y a surcar la tierra con yunta de bueyes; a cortar y amarrar la hoja de la milpa; a azotar el frijol; a uncir a las mulas y caballos y cargarlas de leña; a trabajar con el pico, el azadón, el hacha y el machete.

Sus padres eran consejeros de la comunidad, tenían el don de la palabra. Eran propietarios de una pequeña tienda de abarrotes que se abastecía una vez a la semana en Chilapa. Ranferi salía con su padre caminando a las tres de la madrugada para llegar cerca del mediodía a Chilapa. Su recompensa era comer allí chilate de res o de puerco. Como en Ahuacuotzingo sólo podía estudiarse la primaria, hasta allí llegó su instrucción escolar.

De joven se aficionó a beber mezcal. Inconforme con la vida, tomaba de manera excesiva. A los 18 años, se fue a Ciudad de México a trabajar. Vivía en Tlalnepantla. Allí conoció a su compadre Rafael, quien lo alejó de la bebida y lo animó a ingresar a Alcohólicos Anónimos (AA). Regresó a su pueblo en 1976 y seis años después, en 1982, fundó el primer grupo de AA en el municipio.

Se volvió consciente de la desigualdad social trabajando como repartidor de refrescos en la capital. Siempre contaba la indignación que le provocaba, al ir a dejar los pedidos, el ver la ostentación con que vivían los dueños de las grandes mansiones de Lomas de Chapultepec.

De vuelta en su municipio, laboró en 1980 en un programa de credencialización donde recorrió a pie las comunidades de la región indígena de Ahuacuotzingo y Chilapa. Se trasladó a poblados donde nadie más quería ir, en los que conoció –con gran indignación– la gran pobreza en que vivían en las comunidades indígenas, una experiencia que lo marcó hasta su muerte.

Fue bibliotecario en la Universidad Autónoma de Guerrero, donde asistió a reuniones sindicales. Leyó Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, que le permitió comprender el porqué de la pobreza e injusticia que se vive en México.

En 1984 trabajó de intendente en la escuela primaria de la comunidad de Cruz Quemada, municipio de Tecuanapa. Allí se encontró con maestros egresados de Ayotzinapa, comprometidos a fondo con las comunidades en las que laboraban.

Tres años después, en 1987, se sumó a la lucha del FDN de Cuauhtémoc Cárdenas. Platicaba que fue allí donde halló la propuesta para transformar la situación del país que había estado esperando. Recorrió a pie cada una de las comunidades de Ahuacuotzingo llamando a votar por Cárdenas.

Ranferi vivió el fraude electoral de 1988 como una gran burla del gobierno. Estaba dispuesto a levantarse en armas contra la afrenta. En represalia, fue detenido y torturado por policías ministeriales, pero gracias a la presión de las comunidades logró su liberación.

Fue fundador del PRD y buscó ser alcalde de Ahuacuotzingo en 1989. Aunque ganó las elecciones, su triunfo no fue reconocido. En 1993 apoyó la candidatura a gobernador de Félix Salgado Macedonio por el sol azteca. Nuevamente el PRI se robó los comicios. En protesta encabezó junto a miles de campesinos la toma de ayuntamientos. Fueron desalojados de manera violenta el 6 de marzo de 1993.

Convertido en dirigente estatal del movimiento social, fue nombrado diputado en 1995, a pesar del rechazo en su contra de parte de la cúpula perredista. Decían que era muy radical. También fue electo copresidente estatal de ese partido, cargo que desempeñó entre 1994 y 1995.

Como diputado se convirtió en referente para grupos campesinos que buscaban solución a sus problemas. Ranferi no dudó en apoyar a la OCSS cuando el gobierno de Rubén Figueroa asesinó a 17 campesinos de esta organización en el vado de Aguas Blancas. Su papel en la caída del mandatario (a quien él nunca reconoció) fue clave. El cacique nunca se lo perdonó.

A Ranferi trataron de sobornarlo en múltiples ocasiones. Su esposa fue víctima de un atentado. La persecución en su contra se tornó cada vez más fuerte. Su vida y la de su familia corrían peligro. Fue acusado de participar en el EPR, le fabricaron delitos y le obsequiaron órdenes de aprehensión. Fue desaforado por el Congreso. Así, en septiembre de 1997 él y su familia se exiliaron en Francia, donde permanecieron casi cinco años.

Nada más regresar a México en 2001 se dedicó a organizar campesinos y luchar por sus demandas más sentidas. Fundó el Movimiento Social de Izquierda y, más recientemente, la Organización Indígena y Campesina Vicente Guerrero. Acompañó al magisterio democrático en las movilizaciones contra la reforma educativa. Siguió participando en elecciones, últimamente en apoyo de López Obrador. Hace cinco años fue amenazado de muerte.

En la trayectoria de Ranferi se cruzan muchas de las claves del movimiento popular guerrerense: lucha cívica, movimiento social, reivindicaciones gremiales, participación electoral y autodefensa. Su ideario político puede resumirse en una frase que siempre contaba del profesor Lucio Cabañas: los revolucionarios deben ganarse el cariño y el corazón del pueblo, porque sólo conquistando sus sentimientos, recogiendo sus anhelos y haciéndolos propios se puede llegar a él.

Ranferi Hernández vivía de manera sencilla en una modesta casa de adobe en su municipio natal. Su asesinato y el de su familia son un duro golpe y un ominoso mensaje al pueblo de Guerrero, un eslabón más en la guerra de exterminio contra los luchadores sociales.

Twitter: @lhan55

En: http://www.jornada.unam.mx/2017/10/24/opinion/019a2pol

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